Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


1185
Legislatura: 1887 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 6 de junio de 1887
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Romero Robledo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 108, 3277-3278
Tema: Proyectos de ley retirados por el Gobierno de uno de los Cuerpos Colegisladores relativos al ejército

Es desgracia de la minoría reformista, capitaneada por el Sr. López Domínguez, traer al debate cuestiones secundarias, que no tienen otro objeto, ni producirán más resultado, así lo espero, que retrasar la discusión de asuntos importantes, dando a esas cuestiones una importancia que realmente no tienen, y que no ha podido demostrar al Sr. Romero Robledo por más esfuerzos que ha hecho; porque si la tuvieran, el acto de hoy de S.S. sería una protesta cerrada y absoluta contra la conducta de sus amigos en el otro Cuerpo Colegislador. Pero es verdad que el señor Romero Robledo parece también condenado a esto: a atacar a todo el mundo, hasta a sus propios amigos.

Apenas tengo yo que contestar nada a S.S. acerca de su largo discurso, porque en la parte política ha sido perfectamente contestado, y mejor que yo lo hubiera hecho, por el jefe de la minoría conservadora, y en la parte militar no debo decir yo nada a S.S., porque son tales las exageraciones a que se entrega, y tales las cosas que dice, que, francamente, yo no me atrevo a contestarle; y como S.S. se molesta de que no sea militar quien a las cosas militares le contesta? (El Sr. Romero Robledo: No me he molestado nunca); pues el otro día se incomodó S.S., y no poco, por algo muy semejante.

¡Apenas si se extrañó S.S. y se entretuvo en formar grandes castillos en el aire porque le contestaba el Sr. Ministro de Estado en lugar de hacerlo el Sr. Ministro de la Guerra! De manera, que S.S. es singular: se incomoda el otro día, porque hablando de asuntos militares le contestaba el Ministro de Estado y no el de la Guerra; y hoy, porque creía que le iba a contestar el Ministro de la Guerra sobre un asunto referente también a leyes militares, se incomoda de igual suerte porque no era el Presidente del Consejo de Ministros el que le iba a contestar, sino el Ministro de la Guerra. ¿Cómo podemos dar gusto a S.S. si se incomoda por todo? ¿Qué culpa tengo yo de que, dada la situación imposible en que se encuentra S.S., se halle tan nervioso que por todo se incomoda? (Risas). Encontrándome en el lugar del Sr. Ministro de la Guerra, yo tampoco contestaría a S.S.; porque todo lo que ha hablado sobre la cuestión militar, tuvo ocasión de contestarle el otro día, y no es cosa de que aquí perdamos el tiempo repitiendo a cada instante las contestaciones; pero, en fin, dejo al Sr. Ministro de la Guerra con esa libertad que yo siempre doy a mis compañeros, para que haga, con lo que ha dicho su señoría, lo que tenga por conveniente.

No hay, en efecto, nada de particular en la cuestión que discutimos, Sres. Diputados; ni siquiera hay nada tampoco de particular en la observación con que ha concluido su réplica, mejor dicho su filípica, al señor Romero Robledo, el jefe del partido conservador. No hablemos de si el Gobierno ha podido retirar los proyectos de ley, como lo ha hecho, puesto que no se han retirado jamás de otra forma, y nunca se han retirado por Real decreto. Ha habido dos fórmulas que indistintamente se han empleado para esto: o una Real orden trascrita a la Mesa por el Ministro que quiere retirar un proyecto de ley, o venir el Ministro a retirarle la palabra; y entre estos dos medios, claro es que me parece más respetuoso para el Cuerpo Colegislador hacerlo de este modo que por Real orden.

La misma diferencia existe entre estos dos casos, que la que hay entre hacer una cosa de palabra y hacerla por escrito. Y de todas suertes, es lo cierto que no ha habido jamás Real decreto para retirar un proyecto de ley, cuando el Gobierno ha creído que debía hacerlo, sin que nadie se le haya ocurrido que esto fuera una falta a la Regia prerrogativa.

No hablemos de todo lo demás de que el Sr. Romero Robledo se ha hecho cargo, porque es tan infundado como lo que dejo contestado.

Y voy a la observación, que parecía de alguna más importancia, hecha por el Sr. Cánovas del Castillo, que tampoco tiene, a mi juicio, nada de particular; porque el dictamen que está sobre la mesa es perfectamente legítimo, y puede discutirse cuando el congreso lo crea oportuno y el Sr. Presidente lo ponga a discusión. Porque ¿qué ha pasado aquí, Sres. Diputados? Pues una cosa muy natural. En una de las legislaturas pasadas, el Gobierno presentó unos proyectos de ley al Senado; concluyó aquella legislatura, y los proyectos de ley, para que tuvieran carácter de tales proyectos por la iniciativa del Gobierno, sería necesario que fuesen reproducidos por el Gobierno mismo. Claro está que el Gobierno no niega en ningún caso el derecho que concede el Reglamento a todo Diputado y a todo Senador para reproducir los trabajos parlamentarios de la legislatura anterior; pero ese mismo derecho que tienen los Diputados y los Senadores para reproducirlos, lo tiene el Gobierno para retirarlos; porque de otra manera, sería imposible que el Gobierno que sucediese a otro, retirara los proyectos por éste presentados, y como es sabido que muchas veces un proyecto de ley es causa de un cambio ministerial, en este caso el Gobierno anterior, sin más que porque un Sr. Diputado o Senador tuvieran por conveniente reproducirlos.

Pues bien, un Sr. Senador se levantó a principios de esta legislatura en el Senado, a primera hora, y, en uso de su derecho, dijo que reproducía todos los trabajos parlamentarios de la legislatura anterior. Yo no lo oí, yo no supe esto, pero aunque lo hubiera oído, se me hubiera ocurrido todo, menos que quedaban reproducidos los proyectos del Gobierno. Por eso el Gobierno ignoraba que aquellos proyectos de ley estaban reproducidos. ¿Pero es que lo ignoraba solamente el Gobierno? No, lo ignoraban todos los señores Diputados, lo ignoraban los Sres. Senadores, lo ignoraba [3277] el Congreso, lo ignoraba el Senado, era ésta, en una palabra, una ignorancia universal. (Risas). Y es más; lo ignoraban las Comisiones que fueron nombradas para dar dictamen sobre esos proyectos de ley en la legislatura anterior, porque en ésta no se han reunido ni in sólo día. (El Sr. Romero Robledo: Si han dado dictamen en ésta). No, Sr. Romero Robledo; no confunda S.S. las cosas; estoy hablando de los proyectos reproducidos por un Sr. Senador.

De manera, repito, que era una ignorancia universal la que había sobre este punto. Porque si no, claro está que a tiempo debieron las oposiciones haber hecho este cargo; y claro está, asimismo, que lo mismo en el Senado que en el Congreso hubieran advertido al Gobierno que no podía presentar esos proyectos de ley, porque otros semejantes estaban presentados en el Senado, y además en el Senado los habían reproducido.

En esta ignorancia, que bien puede ser disculpable en el Gobierno cuando es una ignorancia de que todos hemos participado, y cuando, además, no está aquél obligado a saberlo; en esta ignorancia el Gobierno presentó unos proyectos de ley en el Congreso; y como se suponía que no había competencia ninguna entre este Cuerpo Colegislador y el otro, y como no había conflicto porque se ignoraba la reproducción de aquellos proyectos de ley, los proyectos militares presentados en este Cuerpo Colegislador siguieron la tramitación que marca el Reglamento y que determina la Constitución del Estado, con completa legitimidad.

El Congreso nombró Comisión que había de entender en ellos, la Comisión los ha estudiado y los ha examinado detenidamente, ha oído a cuantos señores Diputados y a cuantas personas han querido tomar parte en el asunto, y ha dado su dictamen que está sobre la mesa. Esos proyectos de ley ya no son del Gobierno; son del Congreso. Pero en este momento aparece que, en efecto, hay unos proyectos parecidos y que tratan de un asunto semejante en el Senado; y se presenta el conflicto, aparece la competencia, y el Gobierno franca y honradamente se presenta al único Cuerpo Colegislador que en todo caso podía considerarse agraviado con la presentación de los proyectos en el Congreso, a decirle: yo he hecho eso, porque ignoraba que esos proyectos de ley estuviesen reproducidos. Y como la verdad es que todo el Senado lo ignoraba también, de ahí que el Senado vino a decir: "Bien; puedes retirarlos", porque en la misma ignorancia que el Gobierno, estaba el Senado. Pero una vez que ha desaparecido el conflicto, porque el Cuerpo que se podía considerar agraviado se inhibe de la competencia ¿por qué se ha de venir aquí ahora a resucitar esta cuestión que el Senado ha resuelto por completo, inhibiéndose por su propia voluntad de esa competencia?

Pero es más: ya el conflicto ha desaparecido, y ha resultado aquí lo que resulta en toda cuestión semejante a ésta en el orden jurídico; una acción se detiene por una excepción dilatoria; pero desaparece ésta, y la acción vuelve a seguir su camino. De manera que realmente el consentimiento del Senado para retirar los proyectos de ley de reformas militares lleva inmediatamente consigo la validez de la presentación de esos mismos proyectos en el Congreso; y para eso y no para otra cosa el Senado se ha inhibido de la competencia, y ha permitido al Gobierno que retire los proyectos.

No hay, por consiguiente, dificultad ninguna ni en lo que ha dicho el Sr. Romero Robledo ni en cuanto ha expuesto el Sr. Cánovas del Castillo. La cuestión planteada por el Sr. Cánovas del Castillo tendría importancia si continuase en pie la competencia, y es claro que en este caso, y permaneciendo en el Senado los proyectos de ley, no habría más remedio que retirar del Congreso los que están sometidos a su deliberación. Pero desde el momento en que el Senado se inhibe y permite que se retiren de allí los proyectos de ley pendientes; queda subsistente y válido el proyecto de ley sobre reformas militares presentado en el Congreso.

¿Y el dictamen que está sobre la mesa, Sres. Diputados, cómo ha de tener falta alguna de legitimidad? De ningún modo; tiene toda la legitimidad que pueda desearse. Y en último resultado, sería una cuestión de puro formalismo, y nada más que de puro formalismo, y a mí me parece que no merece la pena de discutirse tanto una cuestión de esta clase, y que cuando han desaparecido las causas que pudieran originar una competencia o un conflicto entre los Cuerpos Colegisladores, no hay razón para que los oradores de la oposición ni el Gobierno os molesten más con este debate. [3278]



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL